Dr. Osvaldo José Del Barba

Dr. Osvaldo José Del Barba
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martes, 7 de julio de 2009

Caritas in veritate

Carta encíclica de Su Santidad Benedicto XVI
“La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”

Desde hace tiempo, nos preocupa la falta de ética en los negocios, la total carencia de solidaridad y la sistemática ausencia de conceptos comunitarios en la búsqueda del bien común.- Un exacerbado individualismo conspira seriamente contra un desarrollo sostenido y justo de la economía mundial.- La corrupción se ha instalado en todos los niveles de tal manera que corremos el serio riesgo de aceptarla como inevitable.- Por eso en la búsqueda de efectuar aportes para revertir estas situaciones, hemos considerado de suma utilidad poner a disposición del lector una síntesis de los principales conceptos del líder de la Santa iglesia Católica, su Santidad Benedicto XVI, que entendemos va mas allá de una cuestión de fe y puede ser una guía de acción para los actores económicos, por encima de su posición religiosa.-

Su Santidad Benedicto XVI, muestra su preocupación y compromiso con la desigualdad en todo el proceso del desarrollo económico, proponiendo la proyección de una economía sobre las bases de la solidaridad y la confianza recíproca.- Dada la extensión de la misma, se ha tratado de extraer sus conceptos básicos y luego reproducir textualmente la conclusión para poder captar el verdadero sentido de su mensaje.-

Sin perjuicio de lo que sostenemos en el primer párrafo “in fine”, entendemos que para un país como el nuestro, con predominio de católicos, resulta muy interesante conocer el pensamiento de quien rige la Santa Iglesia Católica, a la vez que el fundamento de su propuesta, en este caso referido al ámbito de la economía, cuyos temas son el objetivo de nuestro blog.- Lo dicho motiva nuestra intención de difusión de manera sintética dado la extensión del documento-

Antes de entrar en el análisis de la Carta Encíclica, es necesario que mencionemos algunos principios que marcan la pensamiento económico de Joseph Ratzinger y para ello rescataremos algunos conceptos extraídos de su discurso del día 15/06/09 previo a la publicación de Caritas in veritate.- Benedicto XVI en su alocución invitó a repensar los modelos económicos predominantes. "La crisis financiera que ha afectado a los países industrializados, a los países emergentes y a los que están en desarrollo, muestra de manera evidente cómo hay que repensar ciertos paradigmas económico financieros que han sido predominantes en los últimos años.- El Papa elogió que la Fundación Centessimus Annus haya analizado en su reunión la "interdependencia entre instituciones, sociedad y mercado" basándose la encíclica del mismo nombre de Juan Pablo II, lo que implica un refuerzo y aval a dicha encíclica de 1991.- Benedicto XVI la citó al afirmar que "la economía de mercado, entendida como sistema económico que reconoce la función fundamental y positiva de la empresa, el mercado, la propiedad privada y la consiguiente responsabilidad de los medios de producción, así como la libre creatividad humana en el ámbito económico, sólo puede reconocerse como vía de progreso económico y civil si está orientada al bien común".-
El Papa añadió, citando a su predecesor, que esa visión debe estar acompañada por la idea de que la libertad en el sector económico debe encuadrarse en un "sólido contexto jurídico que la disponga al servicio de la libertad humana en su totalidad". Una libertad responsable, añadió, cuyo núcleo es "ético y religioso".
También recordó que la encíclica del año 1991 afirma oportunamente que "así como la persona se realiza a sí misma plenamente en la entrega libre de sí misma, también la propiedad se justifica moralmente en la creación, en el momento y del modo adecuados, de oportunidades de trabajo y de crecimiento humano para todos", añade.-

En este contexto, Benedicto XVI destacó su esperanza en que la Fundación Centessimus Annus sea capaz de "elaborar una visión de la economía moderna respetuosa con las necesidades y los derechos de los débiles". (fuente Cope.es/religión).-

La nueva carta encíclica del Papa Benedicto XVI, llamada Caritas in veritate (caridad en la verdad) es la tercera del Sumo Pontífice y la primera que abarca temas económicos y sociales.- Las dos primeras Deus caritas est (Dios es caridad) y Spe salvi (Salvados en la esperanza), estuvieron dedicadas a cuestiones teológicas.-

Caritas in veritate, centra los desequilibrios y la carencia de justicia social, sobre todo en momentos de crisis internacional como la que estamos atravesando, en dos aspectos fundamentales: la falta de ética y la instauración de una mentalidad egoísta de los participantes en la economía.-

Retoma el concepto de la carta encíclica de Pablo VI de 1967 titulada Populorium Progressio y es una "ulterior contribución que la Iglesia ofrece a la humanidad en su compromiso por un progreso sostenible, en el pleno respeto de la dignidad humana y de las reales exigencias de todos".- Este concepto se encuentra explicitado en el siguiente párrafo en referencia a la Populorium Progressio: “ha iluminado el gran tema del desarrollo de los pueblos con el esplendor de la verdad y la luz suave de la caridad de Cristo. Ha afirmado que el anuncio de Cristo es el primero y principal factor de desarrollo y nos ha dejado la consigna de caminar por la vía del desarrollo con todo nuestro corazón y con toda nuestra inteligencia, es decir, con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad. La verdad originaria del amor de Dios, que se nos ha dado gratuitamente, es lo que abre nuestra vida al don y hace posible esperar en un «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres», en el tránsito «de condiciones menos humanas a condiciones más humanas», que se obtiene venciendo las dificultades que inevitablemente se encuentran a lo largo del camino.-

Critica la pretensión de la economía de ser “autónoma” y de no permitir injerencias de carácter moral, lo que ha generado un abuso por parte del hombre, en el uso de los instrumentos económicos, incluso hasta de una manera destructiva, y responsabiliza a estas posturas como generadoras de sistemas sociales y políticos que han tiranizado la libertad de las personas y “no han permitido garantizar la justicia que prometían”.-

En cuanto al mercado habla de que es solamente un instrumento, pero que su mal funcionamiento (en el sentido de las desigualdades) no es producto de su propia naturaleza sino de un “cierta ideología que lo guía en ese sentido”.-

"No se debe olvidar que el mercado no existe en su estado puro" sino que "se adapta a las configuraciones culturales que lo concretan y condicionan". Por lo tanto, lo que ha fallado no es tanto el mercado en sí mismo sino las "referencias egoístas" que lo han regido durante demasiado tiempo.-

Esto se supera instaurando "los principios tradicionales de la ética social", tales como "la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad", pero también en dar espacio al "principio de gratuidad", a la "solidaridad" y a "la lógica del don" en las relaciones mercantiles.-

De hecho, según el Pontífice, la gratuidad está en la vida de las personas de muchas maneras, "aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad", lamenta. No obstante, "sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave", remarca.-

Con todo, anima a la comunidad internacional a afrontar la situación con "confianza y esperanza", ya que, en cierto sentido, la crisis se convierte en una oportunidad para llevar a cabo la "renovación cultural" y el "redescubrimiento de valores de fondo" que necesita el mundo de hoy. Por lo tanto, conviene afrontar todas estas dificultades "de manera confiada más que resignada", puntualiza.-

El Papa también habla de la globalización, que "a priori" no es " ni buena ni mala" sino que "será lo que la gente haga de ella", afirma. En este sentido, "oponerse ciegamente" a este fenómeno "sería una actitud errónea, preconcebida, que acabaría por ignorar un proceso que tiene también aspectos positivos". Además se correría el riesgo de "perder una gran ocasión para aprovechar las múltiples oportunidades de desarrollo que ofrece", si bien es verdad que, "si se gestiona mal", el resultado puede ser el contrario, es decir que, en lugar de una redistribución de la riqueza "comporte una redistribución de la pobreza", advierte. Por otro lado, considera erróneo, afrontar el problema del desarrollo imponiendo a la población políticas de control de la natalidad con las que, en algunos países, incluso, se obliga a las mujeres a abortar. Por último, defiende el principio de subsidiariedad como el "antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista" entre países ricos y pobres, al tiempo que lanza un llamamiento contra la corrupción que a veces sufren las ayudas internacionales. (fuente La Razon.es).-

Transcribimos de manera textual la conclusión de la Carta Encíclica para que no pierda nada de su esencia y quizás genere en el lector la inquietud de buscar todo el texto de la misma que sugerimos sea leida.-

Conclusión

Sin Dios el hombre no sabe donde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Y nos anima: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo» (Mt 28,20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y trabajan por la justicia. Pablo VI nos ha recordado en la Populorum progressio que el hombre no es capaz de gobernar por sí mismo su propio progreso, porque él solo no puede fundar un verdadero humanismo. Sólo si pensamos que se nos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un pensamiento nuevo y sacar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero. Por tanto, la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios. La disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa.-
Al contrario, la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, se presentan hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo. El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. Solamente un humanismo abierto al Absoluto nos puede guiar en la promoción y realización de formas de vida social y civil —en el ámbito de las estructuras, las instituciones, la cultura y el ethos—, protegiéndonos del riesgo de quedar apresados por las modas del momento. La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, entre éxitos y fracasos, y en la tarea constante de dar un recto ordenamiento a las realidades humanas. El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos, aun cuando no se realice inmediatamente, aun cuando lo que consigamos nosotros, las autoridades políticas y los agentes económicos, sea siempre menos de lo que anhelamos. Dios nos da la fuerza para luchar y sufrir por amor al bien común, porque Él es nuestro Todo, nuestra esperanza más grande.-

El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don. Por ello, también en los momentos más difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor. El desarrollo conlleva atención a la vida espiritual, tener en cuenta seriamente la experiencia de fe en Dios, de fraternidad espiritual en Cristo, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divina, de amor y perdón, de renuncia a uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia y de paz. Todo esto es indispensable para transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne» (Ez 36,26), y hacer así la vida terrena más «divina» y por tanto más digna del hombre. Todo esto es del hombre, porque el hombre es sujeto de su existencia; y a la vez es de Dios, porque Dios es el principio y el fin de todo lo que tiene valor y nos redime: «el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Co 3,22-23). El anhelo del cristiano es que toda la familia humana pueda invocar a Dios como «Padre nuestro». Que junto al Hijo unigénito, todos los hombres puedan aprender a rezar al Padre y a suplicarle con las palabras que el mismo Jesús nos ha enseñado, que sepamos santificarlo viviendo según su voluntad, y tengamos también el pan necesario de cada día, comprensión y generosidad con los que nos ofenden, que no se nos someta excesivamente a las pruebas y se nos libre del mal …“-
Dr. Osvaldo José Del Barba

Texto completo: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate_sp.html

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